lunes, 1 de enero de 2018

CAPITULO 3





Pedro no dijo nada. Trataba de pensar en las palabras adecuadas.


—¡Vaya, ahora veo que tú eres una de esas criaturas extraterrestres! Sí, debes haberte apoderado del cuerpo de Pedro Alfonso. Ni siquiera recuerdas haberme visto antes. ¿Qué has hecho con Pedro?


Él soltó una carcajada. Ella continuó:
—¿Y… cuáles son tus planes para el futuro?


—Reestructurarlo.


—Tal vez el mundo necesite algo de eso, pero no mi vestido. Es un vestido completamente normal. Un vestido que se pondría cualquier mujer. Igual que los hombres visten trajes. Y no es transparente.


—¿No crees que eres demasiado obvia? ¿Acaso eres consciente de tu propio cuerpo?


—¿Y tú, eres consciente del mundo donde vives? ¿Entiendes lo que significa comer y dormir?


—Hay algo llamado «sexo». ¿Me podrías explicar en qué consiste?


—Creo que tendrás que consultar un manual.


—Sólo puedo estar en este cuerpo durante un tiempo limitado. Nuestra respiración es distinta. Empiezo a asfixiarme. Te volveré a ver y entonces podrás demostrarme la parte del sexo —al decir eso, se llevó una mano a la cabeza y fingió estar mareado, después continuó—: ¿Quién eres? ¿Qué ha pasado? ¡Oh, Paula!


—Bien hecho. ¡Rápido! —repuso ella—. Nunca había visto una posesión de un extraterrestre tan calmada.


—Te equivocas. Soy yo quien ha sido poseído. Lo último que recuerdo es haber estado sentado frente al fuego. ¿A qué hora entraste?


—Si no recuerdas eso, ¿cómo puedes recordar que fuiste invadido por un extraterrestre?


—¿Un extraterrestre? ¿Alguien que viene del espacio?


—Sí… del espacio —dijo ella con paciencia.


—¡Vaya, no puedo creerlo!


—¿Es que procedes de una familia de actores?


—No directamente —respondió él recordando a su tía Felicia—. ¿Por qué lo preguntas?


—Eres bastante bueno.


—Si le digo eso a mi madre, le encantará.


—¿Acaso los extraterrestres tienen madre? Pensé que provenían de huevos.


—Sí, pero alguien los pone, y ayuda a las criaturas a nacer.


—¿Cómo lo sabes?


—Por lógica.


—¿Acaso no es lo que el señor Spock decía siempre?


—Creo que sí.


—Déjame ver tus orejas.


—Creo que tienen la forma correcta —dijo él revisándoselas—. ¿Las tenía así cuando estaba poseído?


—No lo sé.


—Vamos, siéntate frente al fuego… no, mejor en el sofá. Verás, me siento un poco mal. ¿Podría poner la cabeza en tu regazo? —sin esperar respuesta, él se acomodó y después de suspirar, pidió—: Ahora, cuéntame lo que dije cuando vino el «otro» y se apoderó de mí.






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CAPITULO FINAL

Habiendo crecido en una familia tan grande como la de  Pedro , Paula no se sintió incómoda entre la gran familia de su marido. Era como ...