lunes, 1 de enero de 2018

CAPITULO 2





Estaba sumergido en tales pensamientos, cuando alguien trató de abrir la puerta. Casi asustado se volvió hacia ese lugar. No deseaba ser interrumpido ni tener que empezar una conversación que no lo llevaría a ninguna parte.


A pesar de sus deseos, el pomo de la puerta giró. La mujer del vestido rojo entró. Miró a su alrededor y, creyendo encontrarse sola, cerró con sumo cuidado.


Llevaba una botella de vino en la mano. Se dirigió a donde se encontraban los vasos, cogió uno, se sirvió un poco de vino y se lo bebió de un trago.


Después, con más calma, volvió a mirar a su alrededor.


Con sólo la luz de la chimenea, ella empezó a investigar sus alrededores. Miró todos los libros, sacaba uno, lo hojeaba y después lo dejaba en su sitio. También admiró las pinturas, que eran de tamaño natural.


Había una de Adán y Eva. Como era de esperar, Adán estaba cubierto por una hoja de parra, su cuerpo era sumamente viril. Como una chiquilla, ella tocó la hoja de parra y lanzó una carcajada.


Pedro se quedó extrañado. ¿Acaso la hoja de parra se podía mover? ¿Era posible que su amigo Leonel nunca le hubiera mostrado lo que se encontraba detrás de dicha hoja?


La chica se dirigió hacia donde había dejado la botella y se acercó a la chimenea. Su silueta era una tentación para un hombre que aún sufría por otra mujer. Un hombre que no tenía sentimientos hacia este mundo ni su gente


Ella se dirigió hacia donde se encontraba Pedro, él podía ver a través de las lentejuelas. Podía haber apostado que no vestía nada más. Bueno, llevaba zapatos, pero nada más. 


¿Por qué esa mujer lo afectaba tanto?


Ya la había saludado. Su nombre era Paula Chaves, y se trataba de la mujer de Leonel. Había sido él mismo quien le había comprado ese vestido. Pero en la tienda, no parecía que causaría tal efecto.


Además, ¿por qué había entrado en la biblioteca, que era parte de su territorio? ¿Acaso se iba a encontrar con Leonel allí? ¿Pero, por qué allí? Había otras habitaciones en la casa.


Se dio la vuelta, Pedro podía imaginar las delicias que cubría la parte superior del vestido. Ella dio un trago de vino de la botella, tosió y se estremeció.


Parecía que no estaba acostumbrada a beber.


Pedro dio unos pasos y esperó a que ella lo descubriera. No quería ser el primero en hablar, después de todo, ella había sido la invasora de su territorio.


Aunque, pensándolo bien, la biblioteca podía ser considerada terreno común para todos los invitados.


La miró otra vez. Sabía que la puerta estaba cerrada con llave y que ella creía estar sola. Nadie más podría entrar. 


Pedro sonrió con malicia.


Ella dio otro trago de vino, fue entonces cuando advirtió su presencia. Pero lejos de sorprenderse, bajó la botella y de forma provocativa, dijo:
—Así que estás aquí, Pedro. Pensé que te habías marchado.


—¿Crees que es posible hacerlo con la puerta cerrada con llave?


—¿Por qué no? ¿Acaso no eres capaz de atravesar paredes? Pareces bastante sólido.


—Claro —dijo él sin prestar atención a sus palabras. Su mirada estaba fija en la curvilínea figura. Ahora empezaba a comprender a los hombres que perdían la cabeza por una mujer, en especial, cuando la mujer no hacía nada para llamar su atención… Aunque… ese vestido, era capaz de llamar la atención de un ciego—. Deberías llevar ropa interior —añadió.


—¿Perdón?


—Bueno, no son muchas las mujeres que andan casi desnudas en lugares públicos… —pero no continuó, sólo se concentró en el hecho de que estaba casi desnuda.


—¿Casi desnuda? ¿Qué quieres decir? ¡Creo que alucinas, estoy perfectamente vestida!


—¡Pero, puedo ver todo tu cuerpo!


—¡Con esos ojos de rayos X!


—No es eso, es muy fácil ver a través de esa tela.


—¡Vaya, eres un lujurioso!


—¡Claro que no, soy un hombre bastante decente! ¡Pero tú eres una mujer que anda buscando y que no le importa enseñar su cuerpo!


—¡Idiota!


—¡Debes cubrirte!


—Tengo todo lo necesario bajo mi vestido. Además, lo que llevo debajo de él no es asunto tuyo. ¡Y pensar que he venido para verte! ¡Nunca en mi vida me habían insultado de este modo! ¡Ningún hombre me había hablado así! ¡Vete al diablo!


Ella lo maldijo y al darse la vuelta, su cabello se movió de una manera irresistible.


—Supongo que no te has dado cuenta de que tu vestido es transparente.


—¡Vete al diablo! —pero no caminó hacia la puerta. Dijo amenazante—: ¿Por qué no te marchas? Lo único que tienes que hacer es quitar el seguro de la puerta.


—Yo ya estaba aquí. No sé cómo has llegado tú aquí, y no me interesa. Sólo vuelve por donde has venido y no me dirijas la palabra.


Ella se cruzó de brazos y empezó a caminar furiosa. Era preciosa.


—Muy bien… me disculpo —dijo Pedro antes de que se marchara.


—¿Admites que has mentido?


—No, me disculpo por haber dicho cosas que te han molestado.


—¡Fuera! —ordenó ella señalando la puerta.


—Si no te calmas, no te salvaré cuando seres de otro planeta invadan el nuestro.


—¿De veras?


—Bueno, estaba mirando hacia afuera y…


—¿Los viste aterrizar?


—Así es… ¿te gustaría un poco de brandy? —agregó Pedro.


—¡No!


—¿Más vino?


—¿Estás tratando de contentarme?


—Sí.


—Admite que sólo deseabas molestarme al decirme que mi vestido es transparente.


—Mmm… —la miró sin decir nada—, mmm, supongo que lo único que me calmaría sería hacerte el amor.


—¿Qué? ¡No puedo creerlo! Cuando te conocí, parecías tan distinto, tan amable y tranquilo…


—¿Y, cuándo fue eso?


—Cuando acompañaste a Leonel a darme el vestido





1 comentario:

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CAPITULO FINAL

Habiendo crecido en una familia tan grande como la de  Pedro , Paula no se sintió incómoda entre la gran familia de su marido. Era como ...