lunes, 1 de enero de 2018
CAPITULO 26
Lucila era toda una mujer. Paula se sintió como una chiquilla, que finalmente era aceptada en el mundo de los adultos. Los hombres regresaron y Pedro se acercó a Paula y le dio un beso.
Después se volvió a Lucila y le dijo:
—¿No es como te dije?
Lucila soltó una carcajada y dirigiéndose a Paula, repuso:
—Yo le dije a Pedro hace como una año que eras perfecta para él, y ahora él presume de haberte encontrado.
Paula parpadeó, sorprendida por tal comentario.
—Bueno, ¿nos disculpas un momento? —repuso Pedro—. Tengo que enseñarle algo a Paula.
Él la cogió de la mano, y juntos se dirigieron hacia la biblioteca.
En el pasillo, ella protestó un poco, pero él no la liberó, la cogió en brazos y la llevó hasta la biblioteca.
Entraron y Pedro cerró la puerta con llave. Paula inquirió:
—¿Qué hacemos aquí?
—Bueno, deseo estar a solas contigo. Le pedí a Fred un poco de café, brandy y galletas.
—Lucila es toda una dama.
Él sonrió.
—Sospecho que tiene los mismos principios morales que un gato callejero, pero sabe disimularlo perfectamente —añadió Paula.
—¡Vaya, creo que estás progresando! —repuso Pedro soltando una carcajada.
Ella no dijo nada, sólo miró alrededor y después se mojó los labios con la lengua con un gesto muy sensual.
—Ven, quiero que me enseñes qué hay detrás de la hoja de parra de Adán. Desde que la viste, he tenido curiosidad.
—Puedes hacerlo tú.
—Sí, pero quiero que lo hagas tú.
—No, ve tú mismo y compruébalo.
Él la agarró del brazo.
—Quiero que lo hagas tú —insistió.
—Si lo hago, después tendrás que dejarme mover la tuya.
—¡Vaya, eres un peligro para cualquier hombre que trata de ser cuidadoso!
—¿Cuidadoso? ¿Pidiéndome que haga eso?
—Está bien, yo mismo lo haré.
Paula se sentó y Pedro se dirigió al cuadro. Debajo de la hoja de parra, había otra igual.
—Me siento rejuvenecer —comentó él.
—¿Ya lo has visto? ¿A qué te refieres?
—Volvemos a donde empezamos.
—Creo que somos distintos a las personas que se encontraban aquí hace tres días —repuso ella.
—Aún no estaba enamorado de ti.
—Pero yo sabía que estabas aquí. Te seguí.
—¡Tramposa! ¡Y fingiste que te sorprendías al verme!
—Bueno, era parte del plan.
—¿Quieres venir a mi habitación ahora mismo?
—No, creo que necesitamos relajarnos para evaluar este fenómeno.
—El día ha llegado a su fin —dijo él y la levantó del sillón sin ningún esfuerzo—. Como ves, algunos hombres son más fuertes que otros.
—¿Es esto una muestra de tu comportamiento irrazonable?
—Aún no, pero estás muy cerca de presenciarlo.
Después de decir eso, la llevó a su habitación, la desnudó y le hizo el amor muy, muy lentamente. Cuando ambos estaban saciados, le preguntó:
—¿Crees que ahora me puedes decir con seguridad que me amas?
—Sí.
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CAPITULO FINAL
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